Raíces filogenéticas del humor
La ubiquidad (del lat. ubīque ‘en todas partes’) del humor
en el repertorio conductual humano nos invita a pensar que no debe ser una cualidad específica de algunas personas con determinados rasgos de personalidad. Su universalidad nos hace pensar en sus orígenes filogenéticos, y por tanto, nos sugiere ventajas adaptativas para la supervivencia. ¿Puede ser esto así?
Debemos saber, en primer lugar, que las emociones positivas son altamente valoradas por nuestros amigos y conocidos, ya que en el repertorio emocional del «homo sapiens» hay muchas más emociones negativas que positivas. Esto es así porque las emociones negativas han sido más útiles para la supervivencia del individuo y de la especie que las emociones positivas.
Es como si en nuestro software mental de serie, el que traemos ya incluso antes de nacer, vengan instalados una serie de programas «emocionales y cognitivos» universales para toda la especie. Este software ya nos predispone a un tipo de funcionamiento, por ejemplo a desarrollar «asco y una sensibilidad especial hacia la comida» durante el embarazo: parece una medida de cautela sobre todo aquello que se come, lo que de algún modo protege al feto por nacer. Esta conducta no es caprichosa ni aprendida. Es de carácter filogenético aumentando la probabilidad de supervivencia de la especie.
Volviendo al humor, pues, ya Darwin conjeturó que la risa puede ser la expresión primaria de un estado de alegría y felicidad.
Ha sido, sin embargo, Alexander (1986) uno de los primeros científicos en analizar la risa y el humor dentro de un contexto evolucionista, basándose en las ideas del filósofo Hobbes sobre la teoría de la superioridad. En el Leviatán (1651) Hobbes describe al hombre como naturalmente individualista y competitivo, lo que le hace estar alerta a cualquier señal de victoria o derrota. La señal de victoria, de éxito nos hace sentir bien y esbozará en nosotros una emoción positiva y de felicidad. Alexander piensa que aquel dotado con un buen sentido del humor tiene mayor probabilidad de éxito reproductivo al mejorar su posición social a través de aislar a otros.
De acuerdo con Alexander, los beneficios del humor son
- mejorar nuestro estatus entre nuestros allegados
- disminuir el estatus o posición de determinados individuos (posiblemente a través de la ridiculización)
- aumentar el estatus de nuestros oyentes desarrollando de esta forma camaradería y unión social.
El famoso neurocientífico Ramachandran establece otra explicación para el humor. Habla de la «false alarm theory» sugiriendo que el principal propósito que del humor es alertarnos de que lo ocurrido, lo experimentado por el individuo o el grupo, no tiene serias consecuencias. En este sentido, sería una fuente de tranquilidad, que nos puede ayudar a comprender su alcance terapéutico y tranquilizador.
Barrett, Dunbar et al. (2002) han especulado que la felicidad y placer asociado al humor pudo reemplazar en su día la placentera actividad del aseo recíproco entre primates (grooming) como medio de fortalecimiento de las relaciones sociales. Esta idea está basada en la hipótesis que fue el lenguaje el que finalmente reemplazó esta primitiva actividad de grooming o aseo recíproco como principal modo de relación entre los homínidos.
Para Jung (2003) el propósito del humor va en la misma línea, ya que facilita la cooperación entre las personas. En última instancia, señala el autor, una respuesta de son-risa es señal que uno ha podido empatizar y simpatizar con la otra persona y está preparado para cooperar. ¿No era que la unión hace la fuerza?
Referencias
Alexander, R.D. (1986). Ostracism and indirect reciprocity: the reproductive significance of humor. Ethology and Sociobiology, 7, 253-270.
Barrett, L., Dunbar, R., and Lycett, J. (2002). Human Evolutionary Psychology.
Princeton: Princeton University Press.
Jung, W.E. (2003). The Inner Eye theory of laughter: Mindreader signals cooperator value. Evolutionary Psychology, 1, 214-253.
Ramachandran, V.S. (1998). The neurology and evolution of humor, laughter, and smiling: the false alarm theory. Medical Hypotheses, 51, 351-354.